La historia del ciego de nacimiento es la historia de nuestra ceguera espiritual. San Agustín
escribe: “Este ciego es el género humano”. Debido a este “pecado original” de Adán y Eva
nacemos con una ceguera espiritual. Es solo a través de la iniciativa de Dios, es decir, la gracia,
que podemos ver la verdad, es decir, Jesucristo. Abrámonos a la gracia transformadora de Dios
uniéndonos al hombre ciego al decir: “Creo, Señor”.