Un sábado, Jesús fue a cenar a la casa de uno de los principales fariseos, y la gente lo observaba atentamente. Contó una parábola a los que habían sido invitados, viendo cómo elegían los lugares de honor en la mesa. La parábola explicó la vergüenza que uno puede experimentar si se le pide que se mueva para que alguien sea invitado a sentarse en su asiento de honor.
Luego le preguntó al anfitrión a quién invita a un almuerzo o una cena. Preguntó si invita a amigos, hermanos, parientes o vecinos adinerados, en caso de que lo vuelvan a invitar, teniendo así retribución. El Señor compartió que cuando celebramos un banquete, invitemos a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Explicó que seremos bendecidos por su incapacidad para pagar la generosidad. Él enseñó que seremos recompensados en la resurrección de los justos.